Gafas, gorro, bañador y chanclas. Todo fuera, también la vergüenza. Desnudo, con la toalla como segunda piel, cierras los ojos. La mirada se nubla por el rojo ardiente del sol, que hoy castiga con dureza. Nadie, nada más. Solos, el mar y tu, respiráis al unísono. A lo lejos, las montañas os observan, cómplices, en silencio. Y tras de ti, la isla entera se muestra elegante, hermosa, toda ella. Te arropa. Qué paradoja. Formentera.
Esa extraña pero agradable sensación al notar el frío del agua que te recorre por dentro. El placer es aún mayor cuando de nuevo tumbado, después de ese primer baño, dejas que el aire, suave, se lleve consigo esas gotas frías que ya no te pertenecen. Silencio. La tranquilidad y la paz de aquel lugar es tal que tan pronto te dejas llevar, y te descubres a ti mismo soñando como un niño.
Pero no tardas en despertar. Esta vez en casa. Intimidado por cuatro paredes que parecen increparte con su mera presencia. Las horas pasan y quizá con ellas, también alguna que otra oportunidad. Pero tú, todavía fascinado, con la mente puesta aún en aquellas aguas cristalinas, te ves incapaz de tomar iniciativa alguna. No hay olas. Tampoco ideas. La calma se adueña del lugar.
Te sientes desnudo, una vez más. De nuevo libre, pero intranquilo. Desnudo ante una realidad que te inquieta, que deja poco margen al optimismo. Desnudo ante la vida, que te mira implacable, directamente a los ojos. Licenciado y desnudo, con todo por hacer. Y notas entonces que esa brisa, antes agradable, te golpea ahora con violencia. Sin ropa, sin opciones. Sin manos para tapar esos centímetros de carne, de vergüenza. Simplemente desnudo.
Todos nos sentimos desnudos en muchas ocasiones,pero no tan placenteramente como en la pequeña de las Pitiusas…un abraç crack!!
Todos nos sentimos desnudos en muchas ocasiones,pero no de manera tan placentera como en la pequeña de las Pitiusas
si me gustases tanto como lo que escribes……