Una casa de campo con garaje. Un globo de helio que vuela descontroladamente por el cielo de Colorado durante un par de horas a 3.000 metros de altura. Un niño de 6 años con cara de buen chico. Un hermano que dice haberlo visto dentro del aparato. Un padre irresponsable. Una familia con afán de protagonismo. Cámaras de televisión, cientos de periodistas. Y americanos. Muchos americanos.
Son los ingredientes de lujo de una receta yanki que tiene un cierto regusto a farsa y a engaño barato. «El niño del globo», como así se han apresurado a bautizarle, es sólo una muestra más del daño que han causado todos los programas tipo «El diario de Patricia» (versión made in USA, por supuesto). Es sólo la punta del iceberg de una sociedad que se ha criado bajo la máxima de que «aquello que no sale por televisión, no existe». Es el súmmum de todos aquellos don nadies que están dispuestos a vender (incluso regalar) su dignidad por unos míseros minutos de fama. Éste es el claro ejemplo de una familia que daría lo que fuera (incluida la imagen de su propio hijo) por aparecer en los telediarios vespertinos de las principales cadenas de todo el globo.
La noticia, que ayer mismo anunciaba que un niño de 6 años se había montado en un globo de helio diseñado por su padre y se había elevado hasta los tres kilómetros de altitud, era una auténtica farsa, un simple montaje de una familia norteamericana con mucho afán de protagonismo. Y es que así se ha demostrado hoy mismo, cuando el propio niño ha confesado a la CNN que lo hicieron «por el show«. El padre, ruborizado, ha intentado desmentir las palabras del inocente chico, pero ha quedado en evidencia. ¿Para qué tienes si no un gigantesco globo de gas guardado en el garaje de tu casa? Ya que te has tomado la molestia de construirlo, al menos sácale partido y haz que todo el mundo sepa que lo tienes.
Sólo hay que fijarse en la repercusión que se le ha dado a esta simple anécdota (ha sido una de las más mediáticas de estos últimos años) para darse cuenta de que esto es precisamente lo que buscan los medios, y también los mismos espectadores. Buscamos la noticia, sea al precio que sea. Incluso si ésta son tan sólo hechos sin verificar.
Señores medios de comunicación de todo el mundo, sepan que un mocoso (con perdón) de seis añitos «se la ha colado». Se han hecho ustedes eco de un engaño.
Pero creo que no tienen ustedes tanta culpa como sí la tenemos todos nosotros; una sociedad que se alimenta día tras día de «programas basura», en los que cualquiera puede llegar a ser alguien por unos instantes. Resulta muy triste, pero hay gente que está decididamente loca por ser noticia, obsesionada con que alguien les vea en la pantalla y poder mandar así un crudo mensaje al mundo entero, desde un pequeñito rincón de Colorado: «sois (somos) todos unos ingenuos».