Querida señora alcaldesa de Valencia:
Como ciudadano de bien, le escribo para disculparme por no haber acudido el pasado domingo a la fiesta celebrada en la Alameda: “El día de la bicicleta”.
No pude asistir, pero sí pude hablar con unos cuantos “domingueros” (en el buen sentido de la palabra) que lo hicieron. Me comentaron que el índice de participación de este año fue de lo más preocupante. Y, como tiene que ser, me preocupé. Pero hasta cierto punto, pues también por otra parte me alegré de que esta ¿fiesta? no saliera todo lo bien que se esperaba. Y me explico.
Como ciudadano de bien, le escribo para disculparme por no haber acudido el pasado domingo a la fiesta celebrada en la Alameda: “El día de la bicicleta”.
No pude asistir, pero sí pude hablar con unos cuantos “domingueros” (en el buen sentido de la palabra) que lo hicieron. Me comentaron que el índice de participación de este año fue de lo más preocupante. Y, como tiene que ser, me preocupé. Pero hasta cierto punto, pues también por otra parte me alegré de que esta ¿fiesta? no saliera todo lo bien que se esperaba. Y me explico.
En primer lugar, si a este evento puede llamársele fiesta, deja mucho que desear; pues en mi humilde opinión es tan sólo una de sus múltiples estrategias propagandísticas, mi amiga Rita, un mero cartel para quedar bien (o al menos intentarlo) delante de la opinión pública. Para salir guapa en la foto, vaya. Y a ser posible sin mancharse demasiado ese bonito traje rojo (unos maillots hubiera sido, supongo, más adecuados).
En este memorable día, tan sólo unos pocos acuden aún llenos de ilusión, con la esperanza de que siga significando lo que nunca habría debido dejar de significar; esto es, un día en que se reivindique el uso de la bicicleta. El uso más saludable, respetuoso y sostenible con el medio ambiente, de la bicicleta.
De poco o nada sirve que estas personas celebren lo que sin duda debería ser una fiesta, un motivo para sentirse orgullosos de vivir en una ciudad que apuesta por este medio de transporte tan antiguo y a la vez tan ecológico.
Y no sirve de nada, señora alcaldesa, porque aquí (a diferencia de en otras ciudades españolas, y qué decir europeas) no existe una conciencia de la bicicleta, una ciudadanía segura y comprometida con los valores que el uso de la bicicleta supone. Porque la bicicleta no es, como supongo que usted acostumbrará a pensar, un mero medio de transporte. La bicicleta es, o al menos debería de ser, el medio de transporte por excelencia en una ciudad como esta. La bicicleta debería de ser una forma de vida, y una manera vanguardista de entender la estructura social y ciudadana.
Y no sirve de nada, señora alcaldesa, porque aquí (a diferencia de en otras ciudades españolas, y qué decir europeas) no existe una conciencia de la bicicleta, una ciudadanía segura y comprometida con los valores que el uso de la bicicleta supone. Porque la bicicleta no es, como supongo que usted acostumbrará a pensar, un mero medio de transporte. La bicicleta es, o al menos debería de ser, el medio de transporte por excelencia en una ciudad como esta. La bicicleta debería de ser una forma de vida, y una manera vanguardista de entender la estructura social y ciudadana.
Pero, por desgracia, esto no es así. O al menos no es así aquí. Aquí, donde celebramos “El día de la bicicleta” y somos incapaces de cortar las calles. Aquí, donde el carril bici aparece y desaparece según le venga en gana. Aquí, donde se multa a los ciclistas por circular por la acera, y no a los coches por aparcar en ella los días de fútbol.
En cualquier caso, señora Barberá, puesto que no pude asistir a su fiesta, le explicaré la mía. Le explicaré lo que es, no “El día de la bicicleta”, sino “un día en bicicleta”. Un día en bicicleta es esquivar peatones que cruzan el carril bici como si cruzaran el comedor de su casa. Un día en bicicleta es decidir circular por la calzada (puesto que el carril bici está colmado de viandantes) y tener que soportar las riñas y los insultos de todos aquellos que van al volante. Un día en bicicleta es no encontrar ningún sitio donde poder atarla. Un día en bicicleta, querida amiga, puede convertirse en una verdadera odisea.
Quizá usted no entienda qué significa un día en bicicleta. Es más, estoy sumamente convencido de que así es. No lo entiende, y dudo mucho que lo llegue a entender algún día. Pero no se preocupe, pues el año que viene acudiré a su particular celebración. Eso sí, espero verla por allí, porque iré andando y con un silbato en la mano.
Sociedad de la información. 3º de Periodismo.