Tablas

El campo de batalla había quedado desierto.

Sobre el escenario, dos hombres. Solos. Desubicados. Dos reyes perdidos en medio de una república. En una sociedad que hace ya mucho tiempo les dio la espalda con un referéndum silencioso patente en cada chiste, en cada irreverencia, en cada gesto de desprecio por parte de sus secuaces que hizo diluir una autoridad ya muy mermada por el signo de los tiempos.

Caballos de batalla cayeron en plena cacería, como en aquel safari en Botsuana. Las torres sobre las que se sostenía su imperio, que antes eran de piedra, pronto se tornaron de paja. Con cada foto mal pactada, cada desafortunada aparición en público o cada intento frustrado por parecer llevar una ida normal, fueron cayendo los pilares sobre los que habían alzado su credibilidad.

Las princesas, los príncipes y todo cuanto les rodeaba se esfumó. Incluso sus damas los dejaron solos. Desaparecieron del tablero tan pronto vieron la que se les veía encima. Se quitaron de en medio, como quien se dispara en un pie, como quien niega la evidencia ante un tribunal.

Juntos tuvieron que asistir a su propia decadencia. Y así, después de muchos sacrificios inútiles, se quedaron solos. Mirándose a los ojos con la resignación de quien sabe que su reinado ha llegado a su fin

Antes de morir, con el poco orgullo que todavía les quedaba, se estrecharon las manos y decidieron firmar la paz. Una tregua que no les salvó de nada.

Tablas.

Acerca de pauborreda

Periodista y fotógrafo
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