20.020

Hoy, en una muestra fehaciente de que no tenemos ni vergüenza ni sentido del ridículo, en un intento (otro más) por hacer bueno aquello de que el hombre puede ser capaz de tropezar una, dos, y hasta tres veces con la misma piedra, en un acto que bien podría ser considerado una broma de mal gusto, hemos presentado nuestra candidatura para los Juegos Olímpicos de 2020. Y con esta ya van tres.

Primero fue la llama olímpica de 2012, tristemente apagada por nuestros vecinos británicos. Luego la mano de 2016 con que Río de Janeiro nos dio una buena bofetada. Ahora, en una época tan boyante como la que estamos, volvemos a derrochar billetes para sacar adelante una candidatura que apela a la puerta de Alcalá y que intentará convencer al mundo de que esta vez vamos en serio.

Pero imagino a los responsables del COI en la reunión de cerebros, cachondeándose de un logo y una candidatura que ni siquiera nosotros mismos hemos sido capaces de entender. “¿Madrid 20.020? Podría ser una buena opción, quizá para entonces ya hayan salido de la crisis”, diría uno. “¿Se imaginan? Hilario Pino con melena presentando una olimpiada histórica”, comentaría otro. Y las risas inundarían la sala.

El caso es que no aprendemos. No sé qué se cocerá en Roma, Tokio, Estambul y las otras capitales candidatas, pero aquí parece que vuelven a reírse de nosotros. El problema es que cada vez hace menos gracia. Además, ¿cómo hacer frente a un gasto tan importante como el de asumir la organización de unos Juegos Olímpicos? Quizá la señora Botella nos deleite con un ejército de voluntarios. Pero ni con esas.

Lo triste es que, más allá de cuestionar la conveniencia o no de la candidatura, el centro de toda esta controversia se lo ha llevado el logo, como si diéramos por supuesto que el hecho de presentarnos ha sido, una vez más, todo un acierto. Y se lo lleva el logo, pero con razón. Los arcos olímpicos parecen los muñones de aquella mano maldita de 2016, y encima nos hemos olvidado del color negro. El continente africado, triste, casual (y sospechosamente) marginado.

Unos arcos, los de Alcalá, que bien podrían también recordarnos a algo tan nuestro como la peineta de una fallera. Y es que convencido estoy de que Valencia ya se frota las manos porque aquí, en términos de grandes eventos, a nadie se le escapa que no nos quedamos cortos. Seríamos una de las grandes sedes, con las regatas de vela en el puerto, el campeonato de tenis en el Ágora y (nos tomaban el pelo, en realidad lo hicieron para esto) los 100 metros lisos en la pista de despegue del aeropuerto de Castellón.

Sea una broma todo esto o no, el joven aragonés que ha ganado el diseño de este curioso logotipo, por lo pronto ya se ha llevado una beca de 6.000 euros, además de la fama que Twitter le están otorgando en el día de hoy. Quizá no ganemos. Eso es lo de menos. Pero aquí, a graciosos, no nos supera nadie. 


Acerca de pauborreda

Periodista y fotógrafo
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3 respuestas a 20.020

  1. Amparo dijo:

    Raro es que aquí, en nuestra Valencia del alma, no se haya oido la voz,que dice:
    «Xe aixo o pague jo»

  2. Anonymous dijo:

    indignant, i molt indicat Pau. Un abraç!

  3. Joan dijo:

    Brutal jaja. Que gran, digne de la contraportada de la vanguardia.

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