Agur

Amanece, que no es poco. Llueve. La ciudad despierta con la pereza propia de un lunes a primera hora. El viento lucha contra los paraguas mientras estos se agarran a sus dueños para evitar salir volando. Un gato se pasea por el borde de la acera, jugando a no caer, buscando entre los rincones cualquier resto de la cena de anoche.

Los niños corren para no llegar tarde a clase en el primer día de una semana especialmente aburrida. El resto de mortales, algunos al volante, otros a pie y tantos más copando las bocas de metro, afrontan otro día más en la oficina, otro dichoso lunes con el cuerpo todavía pasándoles factura por las dos copas del sábado. Ya no estamos para estos trotes.

Bajo el borde de una cornisa, un anciano ve caer la lluvia mientras apura las últimas caladas de un cigarrillo que ya se confunde con sus propios dedos. De fondo, la puerta entreabierta de un comercio deja escapar una cancioncilla que le resulta familiar. Singin in the rain, la reconoce. Y la tararea con un leve silbido.

El olor a humedad de las calles se llevó tras de sí la putridez de los vencidos. Tan sólo unos años después, ya nadie los recuerda. Ni siquiera los libros de historia que abultan las mochilas de los más pequeños. Nadie, tampoco ellos, que como tantos otros, pasan ahora inadvertidos entre la muchedumbre sonámbula de este primer lunes de octubre.

Todo parece igual y a la vez tan distinto… La fina cortina de agua se convierte en unas pocas gotas que acaban por desaparecer y dejar paso al silencio de una calle abarrotada. Aquel anciano, que debe de contar ya sus cigarros por decenas, ahora descansa sentado en uno de los bancos que ofrece ese tranquilo parque, a tan sólo unos metros del estrés y las prisas.

Todavía no ha tenido tiempo para abrir ese periódico que aguanta, paciente, bajo su brazo. Con los ojos entornados y la nariz bien atenta, inspira un fuerte soplo de aire fresco. Disfruta de las cosas más sencillas de la vida. Repite la operación unas cuantas veces. Se coloca las gafas que colgaban sobre su pecho. Y, ahora sí, abre el periódico y lee el único titular que en ese día tan gris pero tan especial copa la portada. Agur. 


Foto: Ángel Solaz

Acerca de pauborreda

Periodista y fotógrafo
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