El último fin de semana de cada septiembre, el casco antiguo de Vitoria, más conocido como “la almendra” por la forma de sus calles, se transforma para acoger el mercado medieval más grande de España. Más de 250 puestos de artesanía y venta de productos inundan un entramado de calles estrechas y repletas de gente, que nos hace viajar hasta la entonces ciudad medieval de Gasteiz, a finales del s. XIV. Ahora, tal como entonces, durante un par de días, conviven en el centro de la ciudad las culturas cristiana, árabe y judía.
Más de 150.000 personas son testigos directos de los juegos que muchos malabaristas practican en plena calle. Juglares, tragafuegos, cuentacuentos, saltimbanquis, princesas y dragones conforman un escenario inigualable que por momentos nos hace olvidar en qué época vivimos (tan sólo las cámaras y demás atuendos de los turistas pueden recordárnoslo).
La Plaza del Machete, a caballo entre el casco medieval y la Plaza de la Virgen Blanca, acoge los actos inaugurales de este espectacular regreso al pasado. Aquí podemos disfrutar de representaciones teatrales y espectáculos de cetrería. Además, una pequeña granja con ocas, burros, gallinas y búhos entretienen a los niños, quienes también podrán participar en multitud de juegos de habilidad como el tiro con arco.
En la entrada del mercado, a los pies de tres calles que suben decididas hasta la Catedral, encontramos los puestos de los oficios medievales como carpinteros, herreros, panaderos y vidrieros, entre otros, que demuestran en vivo sus grandes dotes. Curioso es ver cómo se hace el pan en plena calle y se vende de inmediato, o cómo un anciano fabrica una bota de vino en apenas un par de minutos.
Pero si hay algo que impresione de este singular mercadillo, es sin duda el ambiente que en él se vive. Una masa inacabable de gente atraviesa “la almendra” de día, cámara en mano, sonrisa perenne, estómago lleno y cartera vacía. De noche, tantos otros son los que colman los puestos de comida. Por una noche nos olvidamos de los tradicionales pintxos, y no dudamos en atrevernos con una buena parrillada. Una cena exquisita, copiosa y bañada en cerveza por un módico precio.
La música no cesa, y cuando sólo en ocasiones lo hace, es para dejar paso a un murmullo incansable del cual asoman sorpresas y alegrías por igual. Por mera casualidad, estuve en la ciudad justo cuando se celebró el mercado. Ni siquiera sabía de su existencia, pero una vez allí es del todo imposible no toparte con él. El mercado te absorbe, te atrapa, te convierte en parte de sí mismo. Cuando por primera vez pones el pie en las calles de “la almendra”, ésta se rompe a tu paso. Se rompe y te descubre un mundo totalmente fascinante: el de una ciudad que mira con orgullo a su pasado y sus gentes. Una fiel reproducción de lo que fueron antaño formas de vida y de comercio. Una maravilla poco conocida y sin duda recomendable en el inicio del otoño, en Vitoria-Gasteiz.
Interesantes estas recreaciones de las ferias y mercados medievales. Aquí, en Pontevedra, el primer fin de semana de Septiembre se celebra la «Feira Franca» en el casco histórico. Un ambiente distinto, eufórico y divertido, con todos los pontevedreses y visitantes vestidos de época, mezcla de medievo y renacimiento, con todas las calles engalanadas y muy bien ambientadas, con numerosos banquetes de vecinos en las calles, representaciones callejeras, orfebres, artesanos y oficios varios trabajando en las plazas….,y puestos de venta de lo más variopinto por doquier. Interesante y divertido, sí, pero yo solo me paso algún año de refilón….Demasiada gente, demasiado agobio, excesiva algarabía. No puedo con ello. Un abrazo. Ramón Barreiro.