La nieta del señor Linh

Se esfuma el verano. Y con él, el placer de poder leer hasta coger un empacho. Saborear cada palabra como si fuera la última. Devorar novelas a orillas del mar. Pasar noches en vela con un libro en las manos. El verano llega a su fin. Como también lo hace la lectura de mi última novela en este periodo estival.

Tras Mark Haddock y su inmejorable trabajo retratando a un autista en El curioso incidente del perro a medianoche, el nobel José Saramago y su Ensayo sobre la ceguera, llegó a mis manos un pequeño ejemplar de un poco conocido Philippe Claudel. La nieta del señor Linh es una novela que nos habla sobre el olvido, la soledad, la desesperación, la amistad y el cariño. El señor Linh es un refugiado que viaja, junto con su nieta de seis semanas, a un país desconocido y cuya lengua ignora.

Con un estilo depurado, sencillo y sin más pretensiones de las necesarias, Claudel dibuja un relato que encandila y emociona. Una bella historia que nos invita a reflexionar a propósito de las raíces de un pueblo, de la guerra y la destrucción, pero también de la esperanza y la alegría. Un viaje hacia un futuro incierto, un canto al optimismo tan intenso y sincero en ocasiones que podrá tocar la sensibilidad de muchos.

La historia del señor Linh acaba en primavera, donde florece la vida y no encuentra camino la tragedia. Me acabo este libro con cierta nostalgia, en una época en que empieza la primavera allá de donde probablemente proceda el señor Linh. Allá, más, allá del mar, el dolor y la tristeza.

El anciano, retratado como una persona tranquila, apacible y con un gran corazón, pasa de héroe a mendigo, de derrotado a vencedor en apenas un par de capítulos. Él, sereno, calmado, colocado cuidadosamente sobre esas páginas para decirnos que en ocasiones una simple sonrisa está por encima de cualquier frontera. El señor Linh nos enseña a vivir con humildad, a sobrevivir con coraje, a luchar por lo que es de uno mismo, a amar y ser amado.

Pero si hay algo que merece especial atención, es sin duda el final. En él, descubrimos con asombro, como también lo hace el señor Linh, que aquello que pensábamos tan real, tan humano, tan hermoso, no es más que una ilusión. Pero, al fin y al cabo ¿qué es la realidad si no una cosa frágil, efímera, subjetiva, un engaño asumido por cada uno de nosotros (en este caso cómplices del viejo Linh)? La realidad es aquello a lo que nos aferramos para seguir creyendo, para seguir luchando como hace el señor Linh. Para que ningún obstáculo pueda antojarse imposible. Y, sobretodo, para tener un buen motivo por el que sonreír a cada adversidad.

Termino el libro con un remolino de sensaciones. Tristeza, alegría. Certeza por saber que no caerá en el olvido. Alegría, sobretodo alegría. Recupero en la memoria la canción que el señor Linh le cantaba a su nieta para hacerla dormir. Y sonrío.
La mañana siempre vuelve,
siempre vuelve con su luz,
siempre hay un nuevo día,
y un día serás madre tú.

Acerca de pauborreda

Periodista y fotógrafo
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Una respuesta a La nieta del señor Linh

  1. Anonymous dijo:

    Me acabas de hacer recordar cortísimos dias y noches de lectura perenne en mi infancia y adolescencia de niño de aldea. ¡Que gratos recuerdos!. Y que fructíferas aquellas bien aprovechadas sesiones con mis libros. Casi diría que la mayor parte de mi «cultura» o cultura, poca o mucha, buena o regular, viene de aquellas lecturas. Tengo que volver a leer más….
    Y esa historia del Señor Lihn y su nieta que con tanta pasión nos expones merece la pena que la leamos con calma y la disfrutemos tanto como tú la has disfrutado. Un abrazo. Ramón Barreiro.

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