Cadáveres

Era la primera vez que veía un cadáver, lejos de las pantallas de televisión, los efectos especiales y las vísceras de pega. Lo tenía frente a mí, apenas a unos cuantos centímetros. Nos mirábamos fijamente. Él tenía la mirada perdida. Yo trataba de contener la histeria. Jamás me había visto ante una situación similar. Hacía poco tiempo que había perecido, pero el cuerpo empezaba ya a desprender un notable hedor. Apagado, sin vida, yacía tendido sobre un enorme charco de agua. Se marchó sin avisar. Sorprendió muriéndose en silencio. Ni siquiera pude despedirme de él. Tampoco mi hermana, que a mi lado lo miraba tristemente. Se fue, y yo permanecí allí, inmóvil. Nunca antes había visto un cadáver. La sensación de tenerlo tan cerca, de casi poder sentir su aliento pese a que hacía ya horas que había dejado de latir, no era nada agradable. Memo (así solía llamarle de manera cariñosa), el pez de mi hermana, había muerto.

Igual que él, el ya famosísimo pulpo Paul, tenía los días contados. Firmó su sentencia de muerte justo el día en que decidió pronosticar el resultado de un importante partido de fútbol. Se trataba de la final del campeonato del mundo. España salió victoriosa de aquel encuentro, y hoy, tan sólo una semana después, muchos ya se rifan al inocente animal.

Este simpático cefalópodo inglés que actualmente reside en un acuario de Alemania, ha saltado a la fama por ser utilizado como oráculo para adivinar los resultados de la selección germana en Sudáfrica. Sus cuidadores, que vieron en él un talento innato, decidieron darle a elegir entre dos urnas con comida: una con la bandera alemana, y otra con la del equipo rival. Este experimento, que a priori podría parecer una broma pesada, ha sido sobredimensionado, y de qué manera, por los medios de comunicación, especialmente españoles. Cegados por el éxito de la Roja, fueron muchos los que, con un tono desenfadado, pedían la extradición del pulpo a nuestro país. Mientras tanto, éste era continuamente acosado por cámaras y flashes de los cientos de periodistas que, días antes del gran partido, llamaban de manera insistente al cristal de su pecera.

Parecía que, con el punto y final del mundial de fútbol, iba a acabar también esa locura colectiva por el pobre Paul. Pero lejos de ser así, todavía hoy los medios siguen dando cobertura a un anónimo animal que pasó tristemente a la posteridad el día en que España levantaba su primera copa del mundo, y el día también en que otras noticias, quizá algo más importante, trataban de hacerse un hueco entre el barullo mediático que monopolizaba televisiones y periódicos.

Paul, igual que Memo, pasará a ser un cadáver en un corto plazo de tiempo. En cualquier caso, podríamos pensar, “tan sólo” se trataba de animales. Pero como ellos, minutos antes de que Iniesta escribiera el futuro, 74 personas que veían el partido en un bar de Uganda, fueron convertidos en cenizas como consecuencia de una bomba puesta por el grupo terrorista Al Qaeda. Puede que muchos, locos por la euforia, desconocen de la existencia de este atentado. Los medios se hicieron eco, pero cabe preguntarse si lo hicieron con tanta contundencia como para dejar constancia de ello. Porque a nadie se le escapa que el bicho se llamaba Paul. Pulpos, estatuas mutiladas, calles literalmente ahogadas por la mierda… Muchos fueron los cadáveres que dejó tras de sí este mundial. Pero quizá ninguno tan grave como aquellos 74 aficionados que, como cualquiera de nosotros, disfrutaban del espectáculo en la terraza de un bar cualquiera.

Acerca de pauborreda

Periodista y fotógrafo
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3 respuestas a Cadáveres

  1. Marina dijo:

    Muy chulo, pero mi pez se llamaba Dani.

  2. Anonymous dijo:

    Las euforias nunca son buenas para valorar, comtemplar o fijarse en nada. Desgraciadamente nadie se acordará de los muertos del mundial, que habrán sido algunos más que esos 74. Solo quedarán los goles, las hazañas de los campeones y el anecdótico pulpo. ¡Ah!, y el insoportable sonido de las malditas vuvuzelas, que eso no hay quien se lo quite de la cabeza….Ramón Barreiro.

  3. Anonymous dijo:

    Una cosa más. No vamos a hacer cuestión, Marina, porque el brillante articulista recuerde con más o menos exactitud el nombre de un entrañable y querido pececillo….
    Ramón Barreiro.

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