No pude evitar la risa floja cuando escuché por primera vez la canción que España iba a presentar este año a Eurovisión. Como tampoco pude evitarla al leer la noticia de que un tal Jimmy Jump había boicoteado nuestra espléndida actuación.
Tras dejar atrás la broma pesada de Rodolfo Chikilicuatre, esta vez sí íbamos en serio. Algo pequeñito, interpretada por un Daniel Diges que parece una cutre imitación de Bisbal, era una canción de verdad, con opciones reales de repetir la histórica hazaña de Massiel. O al menos eso querían hacernos creer. España, con el único propósito de lavarse la cara tras el “chikidesastre” de hace un par de años, buscaba presentar un tema desenfadado de acuerdo al canon del festival. Tan en serio nos lo tomamos, que incluso se hizo un casting en que quedó fuera el mismísimo John Cobra.
Y así fue como Diges, enfundado en un traje plateado y con un ejército de bailarines que recordaban los personajes de El mago de Oz, subió al escenario con ganas de comerse Noruega. Desafortunadamente, fue un descerebrado catalán (eso sí, profesional del género) quien se comió su actuación en un acto claro de boicot musical. Nuestro simpático cantante se mostró algo decepcionado, pero satisfecho por tener la oportunidad de cantar de nuevo, hecho sin precedentes en la historia de Eurovisión. Esta vez no hubo trampa ni cartón, y la gloriosa actuación del pequeñito finalizó en un decepcionante 15º lugar.
Analizando a posteriori lo que ocurrió el sábado en el Telenor Arena de Oslo, no puedo evitar una extraña sensación de confusión. No sé qué me parece más patético: el increíble boom mediático (en España, con Uribarri a la cabeza, se rozó el 50% de cuota de pantalla) que se le da a un festival rancio, anticuado, hortera y teñido de presunciones de alta política; o el hecho de que se presente esta broma de canción como algo serio y alejado del tema propuesto el año anterior. Sin bailarinas torpes ni guitarras de juguete, el ridículo ha sido el mismo.
Lo que es innegable, en cualquier caso, es que se aprovecha este acontecimiento para reafirmar las señas de toda identidad nacional, lo cual, por otra parte, es totalmente lícito. No es raro ver alguna que otra bandera roja y gualda entre la multitud, y el hecho de que medio país esté a esas horas pendiente de la televisión no hace más que reafirmar la identificación que muchos tienen con ciertos elementos de agitación popular patriótica. El sábado no cantó Daniel Diges. Cantamos todos. Cantó España. Y es precisamente esta gente la que luego se siente profundamente ofendida al ver que un desalmado con barretina les (nos) fastidió la actuación.
Pues igual de absurdo me parece el hecho de identificarse con cualquier elemento que represente (y más de una manera tan irrisoria) la cohesión nacional. Me alegro. Por Uribarri y su discurso patriótico. Por Jimmy y su barretina. Por John Cobra, a quien no le dejaron boicotear su propio espectáculo. Por el desprestigio de un festival que se pretende vanguardista y resulta un verdadero fiasco año tras año. Por la canción tan ridícula que cantó, por partida doble, nuestro querido Bisbal de pega. Y, sobretodo, por todos aquellos que se les iba la vida en ello, y se sintieron tremendamente dolidos y boicoteados. Seguro que se quedaron algo estafaditos. Por todos ellos, 12 points for Jimmy.