En 1986 abrían sus puertas los cines Albatros con la pretensión de ofrecer un servicio atractivo y distinto del cine comercial. Con la proyección de películas en versión original, e intentando acoger los estrenos de referencia de todo el panorama europeo, los Albatros han sido durante todos estos años pioneros en la labor de acercarnos a un cine de autor fresco, moderno, dinámico y vanguardista.
Este fin de semana, cuando a punto estaban de cumplir los veinticinco años de existencia, morirán tristemente abandonados por la falta de público. Los jóvenes, dicen, han sido los principales culpables de tal abandono, tentados tal vez por el cine doméstico y las descargas de Internet, y tal otra por el cine comercial, desenfadado, hueco pero rico en recursos vistosos e innovadores.
Han sido más de mil largometrajes proyectados, todos ellos con su respectivo folleto informativo que incluía una sinopsis, una ficha técnica y una breve nota del autor (algo insólito en los cines de ocio). Han sido muchas las presentaciones de películas, con la presencia de sus propios directores, como también muchas las visitas de todos aquellos colegios que apostaban por estos cines como herramienta de difusión cultural y de ocio.
Más allá de la cuestión económica, los responsables de los Albatros priorizaron el valor sentimental que estas salas ofrecían, y trataron de resistir el máximo tiempo posible antes de echar un cierre que podría haber venido mucho antes. Pero finalmente, la crisis acabará con ellos, como con tantos otros, y tan sólo podremos recordarlos de manera melancólica y con un sabor de boca quizá un tanto agridulce.
Por otra parte, y al margen de la crisis económica, Joan Ribó, candidato a la alcaldía de Valencia por Compromís, acierta al señalar la política cultural de nuestro Ayuntamiento como otra de las causantes del abandono de este local. Durante mucho tiempo, los Albatros se han visto desprestigiados y relegados a un segundo plano, muy por detrás de los Lys y ABC, y de todos aquellos cines de centro comercial que llenan sus taquillas sábado tras sábado. Con la pérdida de los Albatros, perdemos también una gran parte de la poca oferta cultural que quedaba en la vida de barrio. Perdemos, en definitiva, un reducto del buen cine, uno de los pocos espacios que, junto con las filmotecas, velan por la conservación y preservación de las películas que, por presupuesto o simplemente por aquello de las modas, no tienen cabida en las grandes salas comerciales.
Este domingo mueren los Albatros. Y con ellos muere una pequeña parte de nosotros. Reivindiquemos pues aquello que fue nuestro, y llenemos de orgullo las salas en este último pase, que bien merecerá un sonoro aplauso. Aunque yo soy de los que prefieren no aplaudir en los entierros.
RIP los cines de pueblo, los cines de barrio y practicamente todas las Salas de Cine, con mayúscula. Una tarde-noche de película, sin butacas, pantalla grande y olor a ozono-pino, ni es tarde ni es noche, ni es película, ni es diversión, ni es Cine. Algún día volverán. Ramón Barreiro.
Yo lloré en su cierre. Allí pase grandes momentos. Aún hoy cuando paso recuerdo algunos de ellos y me entra penita. Eso sí, el día que nos cierren también el Babel los lloros se oirán más aún!