El rechazo del programa de cultura 2.0 por una supuesta miopía provocada por los ordenadores socialistas, el debate sobre si quitar o no los crucifijos de las aulas y, ahora, la nueva propuesta de Mariano Rajoy para eliminar Educación para la Ciudadanía en Primaria, reducir la ESO y ampliar a tres los años de bachillerato… no son más que meros malabares políticos para esquivar hábilmente el grave problema al que se enfrenta día a día la enseñanza pública en nuestro país.
El recorte presupuestario, la precariedad de las instalaciones públicas, la falta de recursos en las aulas, la escasez de personal docente, y tantas otras deficiencias que se sufren continuamente en las escuelas españolas, y valencianas en nuestro caso, parecen mucho más importantes que levantar un debate mediático sobre la posibilidad (finalmente realidad) de llevar traductores a las aulas (por si el derroche económico fuera, en ocasiones, insuficiente), y sandeces del mismo estilo. Pero algunos se empeñan en girar la cabeza y seguir mirando hacia donde no corresponde.
Hace una semana, cuando las fuertes rachas de viento azotaron Valencia y alrededores, el colegio público de mi barrio, del que fui alumno durante muchos años, se vio tristemente afectado (como tantos otros, supongo). Una gran parte de la valla que separa el patio de recreo de la calle se vino abajo. Lo curioso es que todavía no se ha arreglado el desperdicio, y tampoco hay claros indicios de que vaya a hacerse. No hay presupuesto, dicen. Y mientras tanto, un falso cordón policial ejerce de muro, a la vista de todos, víctima de miradas incrédulas y alguna que otra risilla cruel por parte de los viandantes. Los niños, por su parte, se lo toman a risa (cómo si no…), y piensan que cada vez que el balón salga fuera, no será grave la tragedia.
En cualquier caso, éste es tan sólo un ejemplo de la ineficacia y la incompetencia de determinada gente en determinados cargos públicos. A modo de anécdota, bueno es saber que en este colegio, que estrena el nuevo año manco y triste, se lleva a cabo una peculiar iniciativa para motivar a los más pequeños. En vez de sirena como siempre se ha hecho, de un año a esta parte se decidió que probablemente resultara más estimulante y ameno hacer sonar un hilo musical cada vez que hubiera que salir al patio, o volver a clase. Curiosamente esta mañana me he asomado a la ventana para cerciorarme de que la valla seguía en su sitio (en el suelo junto a la canasta), justo cuando los niños salían a almorzar. De manera irónica y casual, sonaba Imagine, de John Lennon. Y he pensado que quizá tan sólo bastara con eso, con imaginar. Imaginemos…