Está muy bien poder presumir de ser una persona que se preocupa por el medio ambiente, una persona que recicla… lo que viene siendo una persona civilizada del S. XXI, vaya.
Pero benditos sean mis ojos el día que, paseando por el barrio, encuentre un contenedor de papel, o de vidrio o de cartón que no esté rebosante de basura (la foto que adjunto corresponde a esta misma mañana, pero podría ser perfectamente extrapolable a cualquier otro día del año).
Está muy bien separar los residuos, pero quizá estaría mejor, o al menos quizá serviría de algo si la política adoptada «desde arriba» fuera coherente con las iniciativas individuales de cada ciudadano o ciudadana.
De nada o de poco sirve tratar de fomentar una conciencia cívica si luego se estipula que los contenedores de reciclaje deben vaciarse cada dos semanas… Además, viendo esta realidad, ¿quién te asegura a ti, personita responsable, que todo el esfuerzo que tú empeñas en separar cartón-papel, plástico y vidrio no vaya a irse luego al traste? ¿quién te asegura que luego no va a parar todo a un mismo contenedor?
En cualquier caso, está muy bien presumir de ello, pero quizá estararía mejor presumir también de muchas otras cosas. ¿Cuántas de las personas que en su casa reciclan, utilizan a diario el transporte público? ¿O cuántas, una vez llega el invierno, prefieren enchufar la calefacción antes que taparse con una manta? ¿Cuántas personas que reciclan cartón, hacen lo mismo, por ejemplo, con las pilas?
¿Somos realmente ciudadanos comprometidos con el medio ambiente? ¿O lo somos sólo cuando el contenedor de turno «nos pilla de paso»? Si para tirar el vidrio al contenedor de vidrio tuviéramos que andar una manzana más, con las botellas de cristal y las latas de cerveza chorreando… ¿lo haríamos? ¿o es que únicamente nos preocupamos de cuidar nuestro planeta cuando no hay obstáculos de por medio?
¿Qué hace la gente que, con toda la buena fe, baja con sus tres o cuatro bolsas de basura distintas, y se encuentra esto en la esquina de su calle?