Las Feroe son un conjunto de 18 pequeñas islas situadas en el Atlántico norte, entre Escocia e Islandia.
Inmensas praderas verdes, aire puro y abruptos acantilados hacen que estas islas ofrezcan un paisaje acogedor e idóneo para recibir cada año grandes cifras de turistas de todo el mundo.
Pero, tal y como se observa en la imagen, lejos de ser un lugar para visitar, podría recordarnos al escenario perfecto en que rodar una película de terror.
Un pequeño pueblo prácticamente incomunicado, estrechas y sinuosas carreteras que bailan con las curvas de las montañas… y un mar teñido de sangre. Pero, ¿de dónde procede tal cantidad de agua roja?
Como bien podría narrar cualquier viejo marinero de alguna isla vecina… «cuenta la leyenda» que cada año, allá por primavera, los simpáticos y hospitalarios habitantes de las Feroe se transforman en auténticos cromañones, encarnan a sus más lejanos antepasados, y se lanzan al mar con el objetivo único de acorralar y matar, sin escrúpulo alguno, a las poblaciones de delfines que entran en la bahía.
Este hecho, que perfectamente podría ser introducido en cualquier película del género fantástico, dista mucho de ser algo ficticio. Y es que así ocurre. En efecto, cada año, los habitantes de estos pueblos dejados de la mano de Dios, asesinan brutalmente a decenas de estos ingenuos mamíferos que se acercan a la costa en busca de aguas cálidas y alimento.
Inmensas praderas verdes, aire puro y abruptos acantilados hacen que estas islas ofrezcan un paisaje acogedor e idóneo para recibir cada año grandes cifras de turistas de todo el mundo.
Pero, tal y como se observa en la imagen, lejos de ser un lugar para visitar, podría recordarnos al escenario perfecto en que rodar una película de terror.
Un pequeño pueblo prácticamente incomunicado, estrechas y sinuosas carreteras que bailan con las curvas de las montañas… y un mar teñido de sangre. Pero, ¿de dónde procede tal cantidad de agua roja?
Como bien podría narrar cualquier viejo marinero de alguna isla vecina… «cuenta la leyenda» que cada año, allá por primavera, los simpáticos y hospitalarios habitantes de las Feroe se transforman en auténticos cromañones, encarnan a sus más lejanos antepasados, y se lanzan al mar con el objetivo único de acorralar y matar, sin escrúpulo alguno, a las poblaciones de delfines que entran en la bahía.
Este hecho, que perfectamente podría ser introducido en cualquier película del género fantástico, dista mucho de ser algo ficticio. Y es que así ocurre. En efecto, cada año, los habitantes de estos pueblos dejados de la mano de Dios, asesinan brutalmente a decenas de estos ingenuos mamíferos que se acercan a la costa en busca de aguas cálidas y alimento.
Piedras, arpones, cuchillos… todo vale para atraerlos hacia la orilla, donde serán degollados con un corte seco y limpio. Fluirá la sangre y teñirá la playa. Incluso los niños chapotearán sobre el agua salada.

Ellos, dicen, lo hacen por tradición (tradición que, para ver nacer, deberíamos remontarnos unos 1000 años atrás). Por eso, y porque estos animales suponen una cuarta parte de su consumo total de carne.
Pero el problema no radica en que los habitantes de esta región coman la carne del delfín. Desde siempre, el ser humano ha matado para poder comer. Lo preocupante es que esta cacería no está regulada. Por tanto, podríamos preguntarnos, ¿dónde acaba la necesidad de comer, y dónde empieza la diversión y el espectáculo de la tradición misma?
Miles de periódicos se hacen eco de tan dantesca ceremonia. Greenpeace y demás organizaciones mundiales denuncian este hecho. Pero nadie parece obtener los resultados deseados.
Y yo me cuestiono, ¿por qué empeñarse en mantener tradiciones por el mero hecho de que así se han hecho desde hace cientos y miles de años? ¿Por qué no actuar bajo los parámetros de lo racional y saber distinguir entre lo que podría ser un acto ritual y lo que pasa a convertirse en una masacre y un auténtico atentado contra la naturaleza?
Lo más triste de todo es que no es necesario cruzar Europa para darse cuenta de la existencia de este tipo de «fiestas». Basta con girar la vista hacia la «España profunda» para percatarnos de que rituales como éste cobran vida cada año en cientos de pueblos a escasos kilómetros de nuestras casas.
Disfrutemos, mientras dure, de nuestro planeta. Pero respetemos y convivamos en equilibrio con todo aquello que la Naturaleza pone a nuestro alcance. Tan sólo así podremos ser tan humanos como se nos supone.
hijos de puta que son demuestren que son hombres enfrentandose a un tiburon
YO ME CAGO EN EL CORAZON DE LA MADRE DE TODOS ELLOS NO SEAN hOMBRES CON DELFINES SINO CON TIBURONES O CON MIGO SINGAOS POR EL CULO FIRMA EL BERDADERO HOMBRE USTEDES SON UNAS PUTICAS
q crueldad esa gente merese q lo hagan igual
PERSONAS COMO ESAS NO TIENEN CORAZON! ES COMO SI LLEGARAS A UN PAIS SIN CULPA DE NADA Y POR TRADICION ESE PAIS MATE CADA VISITANTE PARA MADURAR! ESO SE LLAMA SICOPATAS O SICARIOS! SINCERAMENTE NO TIENEN OFICIOS!PUDRANSE! HIJOS DE PUTA!
:@
Al ver esto no se distingue quienes son los animales. SI LOS DELFINES O ESOS QUE DICEN LLAMARSE «HOMBRES». ¿Si por tradicion tendrian que matar a un hijo lo harian? QUE LASTIMA ME DAN ESAS BESTIAS ME REFIERO A LOS «SERES HUMANOS».
No deberian llamarseles personas a esta insignificante raza retrograda, son unos desalmados, ignorantes , malditos sin sentimientos ojala y ardan en el infierno y les hagan lo mismo que les estan haciendo a estas hermosas criaturas, que verguenza que se digan «hombres» al hacer esta barbarie y atrosidad, me cago en su tradicion de mierda.
porquerias hombres hijos de puta